Toda la verdad acerca de la caza de brujas, algo más atroz de lo que las películas nos muestran
Brujas, todos alguna vez hemos oído hablar de ellas, tal vez sea por los cuentos que nos contaban de pequeños, por los dibujos animados o las películas. ¿Pero realmente sabemos toda la historia de lo que pasó? Desde hace bastantes siglos, se a hablado de la brujería como algo demoníaco y tenebroso, pero lo que casi nadie sabe es que el organismo encargado de la caza y captura de brujas, recogió decretos originales del siglo V para practicar dichas sentencias.
El principio de la Inquisición
Sin embargo, las leyes no se acataban a rajatabla hasta siglos después. Los cimientos de la Inquisición los pone el Papa Lucio II en 1144. Él dudaba sobre la forma en que debe catigarse la herejía, de manera que organiza numerosas sesiones de consejo con el objetivo de encontrar el mejor modo de hacerlo. Pero será un sucesor suyo, Lucio III, quien, convertido ya en Papa en 1184, cree la primera Inquisición episcopal.
Para perseguir la herejía ordena a los obispos que realicen "inquisitio sistematicum" o, lo que es lo mismo, que dediquen todo tipo de esfuerzos para averiguar si existen desviaciones a las enseñanzas oficiales de la Iglesia.
El prelado indica a sus obispos que cualquier persona que esté marcada por la sospecha deberá demostrar su inocencia o someterse al castigo de las autoridades civiles.
Inocencio III, el presursor

Y, para que no hubiera duda de la fuerza legislativa, jurídica y ejecutiva que tendrían los inquisidores, el 25 de Marzo de 1199, Inocencio III emitió bula refrenando su poder.
Bula-decreto de Inocencio III
El siguiente texto, que pertenece a la bula papal Vergentis in Senium no solo determinaba cual era el poder que alcanzarían los inquisidores, sino, que además, fue un decreto que acabó por incorporarse al Derecho Canónico:
<< Si las leyes condenan a muerte a los hombre por ata traición, confiesan sus bienes y permiten el sustento de sus hijos solamente por piedad, aquellos que, apartandose de la fe, ofendan a Jesucristo, Dios e hijo de Dios, merecerán con mucha mayo razón ser arrancados por el rigor eclesiástico de nuestra cabeza, que es Cristo, y ser despojados de sus bienes terrenales, pues es mucho más grave pecar contra el Rey de los Cielos, que contra un soberano terrenal>>
El Decreto Excommunicamus
Pese a la bula de Inocencio III, y dado que su sucesor Honorio II apenas tuvo tiempo de prolongar la persecución contra la herejía, fue Gregorio IX quien observó que sus obispos, no realizaban el trabajo que él esperaba. El papa Gregorio sintió a necesidad dar mayor peso a las ordenes inquisitoriales ya existentes, para que se luchara con todas las fuerzas posibles contra los herejes y, por extención, las brujas. Con este fin , en el año 1231 el Papa publica el texto Excommunicamus, que es un compendio de estatutos y normas inquisitoriales:
- Quedan totalmente prohibidos los coloquios en materia de fe.
- Se endurecen las penas contra los herejes.
- Se prohíbe la acusación del acusado y se le priva de la defensa mediante abogado.
- Se potencia y premia la delación con recompensas económicas.
200 años de serenidad
Pese a la autorización de la tortura como método de castigo y obtención de declaraciones, lo cierto es que, dentro de lo malo, las torturas eran meras vejaciones o leves malos tratos. Pero en el año 1486 se publica el Malleus Malificarum, conocido también como Martillo de las brujas. Era una auténtica biblia de los cazadores de brujas y un cuidado manual de tortura cargado de preceptos, pasos y técnicas para humillar al reo y perturbado en una larga y dolorosa agonía en la que el objetivo final era lograr su confesión. Este libro de torturas, podía resumirse en 15 pasos básicos:
- Detención del acusado al que, de entrada, se considera cupable hasta que sea demostrada su inocencia.
- Verificación de los rumores, denuncias o indicios de culpabilidad.
- Vinculación de todas las acusaciones con el delito de herejía.
- Análisis de los testigos, que muchas veces también eran juzgados, acusados y ejecutados. A partir de 1254 se comenzó a garantizar el anonimato de los delatores.
- Se animaba a los testigos, a veces con coacciones y amenazas, a declarar contra los herejes. Si el testigo se retractaba, se le juzgaba por perjurio.
- No se aceptan las declaraciones a favor del acusado, ni su buena reputación como ciudadano o cristiano.
- Se aislaba por completo al acusado, que no podía tener abogado, ni sabía lo que ocurría con su vida.
- Los inquisidores eran nombrados jueces, pero a veces ocupaban este papel laicos que estaban en posesión de algún testimonio culpabilizador.
- La Inquisición animaba a los jueces a tender trampas al acusado para que confesase.
- Aunque la tortura se permitía y podía aplicarse a cualquier testigo, no se usaba con frecuencia, a no ser que la inquisición así lo exigiera.
- La ley ordenaba que no se podía repetir la tortura, y que en caso de aplicarse debía realizarse en tres sesiones. Pero los inquisidores cambiaron la normativa estableciendo cuantas sesiones necesarias hasta obtener la confesión deseada.
- Tras la confesión bajo tortura, el acusado era llevado a la sala de juicio. Allí, como dictaminaba la ley inquisitorial, "libre , espontáneamente, sin presión y sin miedos, es decir, por propia convicción y arrepentimiento", el torturado debía repetir la confesión que le habían arrancado mediante el tormento. Este hecho servía para que las actas judiciales certificasen que se había admitido la culpa sin tortura.
- Cuando el acusado, pese a la tortura, no sabía que decir puesto que no había cometido delito alguno, se le ayudaba a inventar tramas heréticas, realizar acusaciones sobre falsos cómplices o delatar personas de su aldea.
- Tras la declaración, nadie podía apelar.
- Evidentemente, nadie era declarado inocente. Por tanto, la Inquisición confiscaba todos los bienes del acusado y después se dictaba sentencia, que no siempre significaba la muerte. De hecho en los inicio inquisitoriales el castigo, lejos de ser el de quemar al hereje, consistía en la humillación pública en la plaza del pueblo.

En la actualidad se siguen practicando multitud de brujería, pero por el contrario de las épocas pasadas, ya no se toma ninguna represaría como la de el Malleus Malificarum.
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